Un estudiante interesado de pequeño en la literatura por esos cuentos que escuchaba de su sabio abuelo… inicia más tarde sus clases con cierto interés.
Un profesor que imparte literatura se podría sentir muy satisfecho si lograra que la mayoría de sus estudiantes supieran leer y leyeran correctamente, escribieran con cierta facilidad, e incluso crearán algún poema que le hiciera sonreír a otro. La literatura es un arte, pero vamos a ver como comienza esta interesante clase.
“¡Bien vamos a hacer un Comentario de Texto sobre ese párrafo de este autor. Muy bien!, hay que hacerlo así (dice el maestro): Lo lees, lo comprendes, lo subrayas, localizas el texto, analizas el contenido, su estructuración, no te olvides del análisis de comprensión ”
El pobre chico comienza a leer, luego de repente se pierde, piensa que todavía faltan 30 minutos para que acabe la clase. el asunto es que solo lleva 10 minutos.
El chaval no sabe porqué no entiende lo que lee. El maestro le pregunta qué le pasa y él tímidamente le dice, “¡nada, nada!”, y continúa leyendo. Se pone a subrayar como un loco, y pregunta a un compañero qué es eso de la localización y estructuración.
En fin, que finaliza el año habiendo realizado veinte comentarios.
¿Cuál es el problema?: que odia la literatura. Es de las cosas que deja para lo último. Y eso de hacer poemas y leer no va con él.
El problema es muy sencillo: No sabe cómo leer.
Pero hay otro problema mayor: No se le ha enseñado a leer.
Lejos de dar su propia opinión sobre el texto, se mantiene al margen ya de lo que sucede en clase y crece su inseguridad y preocupación.
¿Cómo acabará su vida como estudiante?: Fijando las palabras e ideas en su mente de forma robótica.
No le preguntes el porqué, le pondrías en un aprieto.
Esta es la semilla que condiciona a un estudiante al fracaso.
(Fragmento del artículo ‘Saber cómo estudiar: La clave de la Educación’ de Rogelio López Garrido)